Capítulo 1.
Km. 11 998.5
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En esta hermosa mañana de
miércoles, con unos soleados 37°C, me encuentro en el comedor de la casa de mi querido
primo Mau. En el Valle del Cacique Upar, ya no hay mar pero sí una gran
cantidad de ríos, quebradas y cascadas impresionantes. (Valledupar, Cesar,
Colombia {Capital mundial del vallenato}).
Con todas las comodidades
necesarias para vivir tranquilo: ducha fría, buena colchoneta en una habitación
independiente, muy buena comida, conexión a internet y lluvias esporádicas en las tardes para
ayudar a compensar el clima extremo, la idea de trabajar con la
página web rodandoytatuando.com no ha sido muy bien ejecutada ya que sucedió
algo que yo nunca tuve en cuenta pero era muy posible; NO SIEMPRE HAY
CONEXIÓN A INTERNET DISPONIBLE.
Así que una vez instalado, puedo
compartir tranquilamente algunas de las experiencias e imágenes que he
conseguido durante el recorrido.
El último post terminó en Santa
Marta, Magdalena, hace exactamente 2 meses y 4 días. Hermosa ciudad en la cual
me quedé bastante tiempo para reconocer como se movía socio-económicamente, no
solo el casco urbano de la ciudad sino también el muy conocido corregimiento de
Taganga a unos 5 Km. del centro histórico.
Pasé una muy buena semana en el
centro, hospedado en el departamento de mi primo Camilo, a quien luego ayudé a
recoger unas pequeñas piedras para el piso de la casa de campo en Playa Grande en
forma de agradecimiento por el hospedaje.
Un gran compañero @Carlos Candanoza
(que conocí en Silos, N. de Santander, donde fuimos a entregar útiles
escolares) me recomendó un hostal con
descuento para moteros en Taganga, así que me fui para donde Mauricio de la
Casa Jamaica, un lugar excelente con internet y piscina. Con muy buenos momentos
para moteros y todo tipo de viajero que quiera pasar un buen rato con vista al
mar y comiendo un delicioso asado con cervecita.
Escuelas de buceo por doquier,
hostales, hoteles, gente vendiendo todo tipo de artesanías, productos del mar y
tours al mágico parque Tayrona, con sus principales exponentes como Playa
Cristal o Neguaje (buenas opciones si el presupuesto es suficiente y el tiempo
un poco corto), eran el sustento de la mayoría.
Estos días en la Casa Jamaica
fueron geniales. Un par de tatuajes ayudaron a pagar el hospedaje y entre
muchos diferentes idiomas se pasó una semana genial.
Siempre tuve la curiosidad de
conocer el fondo del mar y viendo todas las escuelas de buceo de Taganga sabía
que tenía que buscar a manera de hacer por lo menos una inmersión.
Como mi
presupuesto del viaje fue usado en las adecuaciones de la moto, no tenía mucho
dinero para eso. Con mi amigo Santi Modern, un gran instructor de la Scuba
Master Diving School hicimos un intercambio de saberes y me llevó al océano.
A
escasos 800 m. de la orilla de la Isla Agujas, las palabras de Santi fueron las
siguientes: “¡Saltá de la lancha, juntémonos en la orilla!”
Mi querido CBD, mi chaleco inflable, mi regulador, la segunda etapa, la manguera de presión media, los lastres y los tanques de aire, en sí, todo el equipo reposaba en el bote mientras un temeroso yo saltaba por la borda a casi un kilómetro de la playa….
El agua era refrescante, no quería imaginar que tan profundo podía ser el mar allí para evitar entrar en pánico…
En este punto descubrí que si sabía nadar, tenía que hacerlo ahora. Descubrí que no es para nada difícil, lo importante es no perder la calma. Al fin y a cabo en agua salada no te hundes tan fácil, el problema es desesperarse y perder el control. (El traje húmedo de neopreno mejora ligeramente la flotabilidad).
Nadaba y nadaba pero no veía ningún progreso, seguía estando demasiado lejos de la playa…
Por suerte había otro buzo de un nivel más avanzado que yo que estaba siendo certificado para rescates, llevaba a su instructor en un falso estado “inconsciente” pero lo hacía cerca a la orilla, bordeando la inmensa roca de la Isla Agujas para llegar a la playa. Allí noté que había caído en una corriente contraria y que para poder salir de ella necesitaba nadar en otra dirección. No hacia la playa.
Así lo hice y brazada a brazada me desvié de la playa ligeramente para salir de la corriente y con otro poco de esfuerzo llegué a tierra firme. Todo en orden. Agotado pero en orden.
Luego de hacer la primera inmersión ya el miedo no existía y la flotabilidad a 12 metros de profundidad estaba empezando a ser controlada. Al ver un mundo completamente diferente, lleno de colores, un horizonte azul profundo y un sol distorsionado por la cantidad de agua que separaba mis globos oculares de sus rayos UV superficiales, bajamos un poco más. Vimos corales, algas, peces, langostas, esculturas submarinas, moradas hambrientas y demás animales a 18 m. abajo, nos dirigimos de regreso a la superficie.
Hicimos una parada de
descompresión a unos 5 m. y salimos de nuevo.
De esta forma hubo algunas
inmersiones más y así, descubrí que el buceo es una de mis actividades
favoritas. Voy trabajando en el diseño del tatuaje de mi instructor, que por
motivos de movilidad y una enfermedad que tuvo no pude hacer, así que es uno de
mis primeros pendientes y una excelente excusa para regresar a Taganga.
Con la mente llena de
inspiración, arrancamos la pequeña Suzukita y yo hacia el departamento de La
Guajira, más específicamente a Palomino, que es el primer municipio de la
Guajira por la troncal del Caribe.
Ferchito, un amigo maestro pintor
nos recibió allá con los brazos abiertos en una casa-paraíso. Su huerta de
frutales, las geniales hamacas y la tranquilidad de la vida a la orilla del mar
complementaron esta cálida bienvenida, agregando que en la primera semana tuve
une excelente visita que me alegró demasiado el paseo.
¡Palomino es lo máximo!
Las boyas (gomas, neumáticos,
mangueras, inflables) de camiones, navegan por el río Palomino desde la portada
del camino a la sierra Nevada de Santa Marta hasta la desembocadura en el mar.
Inicialmente parecía un muy buen plan pero al indagar un poco acerca de la
actividad, era demasiado aburrido. Eran dos o tres horas flotando por un río
con poca corriente y con demasiado sol… la gente que iba terminando el
recorrido se bajaba de la boya y empezaba a caminar por el río para llegar a la
playa más pronto.
Afortunadamente hoy en día la cercanía
con las comunidades indígenas ha estado presente en las rodadas. Ya que en
estos últimos meses he podido interactuar con gente de comunidades Kogui,
Arawak y Kankuamo. 3 de las 4 culturas ancestrales de la sierra nevada de Santa
Marta. También con los Wayuu que son los guerreros de la península desértica de
La Guajira, el departamento más septentrional de Suramérica.
Por ahora dejo el relato acá, no
quiero extenderme demasiado… falta un montón pero todo a su debido tiempo. La
experiencia al Cabo de la Vela en la Suzukita y la presentación y el
acogimiento de la escuela Wayuu de Camarones, Anderson el motero pajarero,
Riohacha y Maicao fueron una gran experiencia que compartiré en la próxima nota.
Muchas gracias a todos y cada uno
de los lectores, ustedes son mi inspiración para escribir la aventura, Es
genial llegar a una ciudad y hablar de los relatos y las aventuras vividas juntos.
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